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Diario del juicio

Todo el material aquí vertido pertenece a la Multisectorial contra la Represión y la Impunidad de Neuquén y puede y debe ser difundido.

jueves, 14 de noviembre de 2013

"Cuando Siento que quiebro, Braian me da fuerzas"

Fuente Marcha, 30 de octubre de 2013

Braian tenía catorce años y fue asesinado por el Estado en Neuquén, fusilado por un policía. A fines de este mes comenzará el juicio al oficial que apuntó el arma y apretó el gatillo, aunque no estarán acusados el resto de los uniformados actuantes como cómplices en el operativo homicida que terminó con la vida de un niño que recién había terminado el colegio primario.
Ely Hernández, madre de la víctima, se prestó a una extensa charla para Marcha y habló de cómo era su hijo, cómo fue la noche en que el sistema se lo llevó y cómo es el después.


“Si existe un destino, sus ganas terribles de vivir al extremo eran porque iba a vivir poco”
“Le costaba mucho concentrarse: pensaba más en jugar que en estudiar”, recuerda Ely con una sonrisa espléndida en el rostro de mujer luchadora y fuerte a pesar del sufrimiento con el que carga desde el 19 de diciembre pasado. Cuenta sobre Braian que había repetido en dos ocasiones, pero que el último año lo había hecho “con todas las pilas” porque quería terminar: “fue tanto el esfuerzo que hizo, que el día que egresó le dieron un premio al mérito, además de que era escolta de la bandera”, relata.
“A él nunca se le fue el por qué. Braian tenía catorce años y no dejaba de preguntar los por qué de todo. Yo siempre me preguntaba cómo iba a ser cuando fuera grande”, dice su mamá. “Era muy comprador, porque entre sus travesuras y su rebeldía era muy lindo, entonces siempre lograba convencer. Hiciera lo que hiciera, siempre terminaba siendo el centro de atención”, cuenta Ely Hernández: “en casa era el que ponía música, el que hacía ruido, el que te hacía enojar, el que te hacía reír”.
“Nos dejó una ausencia muy grande”, dice la enorme mujer, que empieza a dejar de sonreír: “todos los espacios que él llenaba… El espacio que dejó Braian fue gigantesco”.
Ely cuenta que venía sintiendo que algo raro sucedería. Que lo presentía. Que incluso fue a visitar a un psicólogo antes de que el asesinato policial de Braian se concretara. “Ese día me sentía mal, horrible, lloré. Buscaba explicaciones de por qué sentía ese dolor”, revive. El 19 de diciembre a la noche, Ely le pidió a su hijo que se quedara en la casa y lo vio haciendo cosas en la computadora, por lo que se acostó a dormir tranquila. “Eran las tres de la mañana y escuchaba en la calle gritos. Es una calle finita, como que retumba. Me desperté, me senté en la cama y escuchaba un vecino que decía, enojado y gritando fuerte, que le habían sacado el auto los chicos.  Lo primero que se me vino a la mente fue pedir que Braian no haya andado en eso, aunque no me extrañaba. Lo que hice fue ir hasta la habitación, así que cuando prendí la luz y vi que no estaba acostado supe que estaba con los chicos”.

Punto de vista uno o primera versión de los hechos
Damián era uno de los vecinos con los que Braian se juntaba. Esa noche, su familia había salido a comer al centro y él había pedido quedarse escuchando música. Se conectó a Facebook y contactó a sus amigos para que fueran a la casa: el padre había dejado estacionada en el garaje la cupé fuego que había comprado para restaurar.
Cuando la familia de Damián regresó, notaron que no estaba el auto y el hombre salió a buscarlos en el auto que tenía en uso. “Sale en el auto y a cinco cuadras ve que había un móvil de la policía y le llama la atención que no tenía balizas”, cuenta Ely: “cuando se empieza a acercar ve que había más móviles. Dice que en ese momento lo peor se le vino a la mente. Ve el auto chocado contra un cordón cuneta y ve que están los chicos tirados boca abajo, esposados en la espalda.  La policía no lo dejaba acercarse y él no distinguía las caras, porque era de noche. ´Damián, ¿qué pasó?´, le gritaba. Damián solamente lo miraba. Le dijeron que vaya a la comisaría del menor, que ahí les entregaría a los chicos”.
Ely ya se había enterado del supuesto accidente de tránsito que habían sufrido los chicos: “fuimos a la comisaría del menor, todavía pensando que habían tenido un accidente.  Pasaron unas dos horas y yo les dije que no podían tener a los chicos encerrados, y me respondieron que no, ´hasta que no cuenten la verdad no van a poder salir´. Le dije que no me interesaba qué había pasado con el auto ni nada, que quería llevarme a mi hijo a mi casa”.
“No hay ningún Braian Hernández acá”, le dijeron a Ely tras revisar el listado ante su insistencia: “entonces una chica que estaba en la entrada, que se metió sola, me dijo ´yo sé que hay un chico que está internado´. Como no me supo decir por qué estaba internado, supuse que se había quebrado si habían chocado, que no era nada grave. Un milico me dijo que estaba en el Hospital Heller, pero no estaba. Fui hasta el Bouquet Roldán y tampoco. Mi hijo estaba agonizando y yo estaba dando vueltas porque a un milico se le cantó que yo diera vueltas”.

Punto de vista dos: los chicos
Ely cuenta la versión de los chicos que iban en el auto con su hijo cuando Claudio Salas asesinó a Braian. Dice que se encontraron con un amigo que tenía que llevarle una mochila a su hermana al barrio Cuenca XV: “fueron hasta la cuenca e hicieron lo que tenían que hacer. Venían bajando cuando se cruzan con un móvil, que no les hizo ningún tipo de señas, no los paró ni nada. Dos cuadras más abajo ven que había un móvil estacionado en la oscuridad, sin balizas, sin nada. En un momento les prendió la luz alta para encandilarlos a ellos y un policía camina por delante del móvil. Pensaron que los iban a parar, bajaron la velocidad y pasaron por al lado de los policías, pero no les hicieron ninguna señal para que frenen. Avanzaron cerca de diez metros cuando sienten el impacto contra el auto. ´Nos están disparando´, gritaron. En ese momento sí aceleraron y huyeron, pensando que, si no, los iban a matar a todos. Cerca de diez cuadras, cuando va doblando, no ve el cordón cuneta y se lo choca, abrió la puerta y salieron dos corriendo. Los otros se quedan todos adentro del auto”.
“La policía los empieza a sacar a tirones, los tiraban al piso, les pegaban. Kevin fue el último que quedaba, al lado de Braian. Cuando lo hacen bajar, le dice a Braian que también se baje, pero cuando se corre siente que Braian cae. Lo último que veía era que Braian iba cayendo sobre el asiento”, relata Ely con una tristeza que se le nota desde la voz hasta las manos. “Ellos no se habían dado cuenta, porque la cupé hacía mucho ruido. Sintieron el impacto, pero no se habían dado cuenta de que Braian había recibido un disparo en la nuca”, dice.
Los chicos relataron a la mamá de su amigo, quien lo reproduce, que “el policía se sacó la gorra, se la apoyó en la cara y dijo ´¡no!, me mandé una cagada: le pegué un tiro a un menor´.  Claro, porque cuando abren  la puerta del auto se dan cuenta de que eran todos chicos chiquitos de edad. Todos le decían que rompa la luneta para borrar el orificio de la bala. Reaccionaron en seguida y les empezaron a decir ´¿quién le disparó?, ¿por qué lo traían así muerto?´ y dice Kevin que le decía ´ustedes lo mataron, ustedes nos dispararon´ y le pegaban cachetadas mientras le decían que no hable boludeces. Salas era el que le pegaba y que dirigía todo el procedimiento. Todo el operativo lo dirigió Salas. Con la culeta del arma empezó a romper todo el vidrio, se metieron al auto, dice Kevin, y lo agarraron a Braian y lo tiraron como un perro en el piso. No llamaban a la ambulancia, bajaron la parte de atrás de la camioneta y lo tiraron ahí. Kevin decía que pensaba que lo iban a hacer desaparecer.  Cuando la ambulancia venía llegando, lo dejaron otra vez en el piso”.
Ely repite que les decían a los jóvenes: “si ustedes hablan, ahora acá adentro los vamos a hacer mierda, no digan nada” y que “cuando llegaron a la comisaría los sacaban de a uno del calabozo y les preguntaban quién lo mató. Si respondían que un policía, les pegaban. ´¿Qué policía? No hables pelotudeces, pendejo. Ustedes lo traían así´”.

 “No quería entender que tenía que morir”
Ely recuerda que después del recorrido por los otros dos hospitales sin éxito: “llego al Castro Rendón y me llevaron hasta terapia intensiva. A medida que iba llegando me iba hundiendo, eran como martillazos en la cabeza lo que sentía. No me dijeron por qué estaba internado. Me dijeron que había un chico de esa edad, pero que no sabían los datos.  Entramos y cuando lo veo era él, yo lo veía intacto, no tenía nada en su cuerpo. ´Él tiene un disparo en la cabeza, está con un coma irreversible´. Ahí me perdí. Me perdí totalmente”.
“Lo único que hacía era entrar. Mi cabeza no entendía lo del coma irreversible. Yo todo el tiempo le decía ´Braian, despertate que nos tenemos que ir´. Y no se despertaba y yo no podía reaccionar”, recuerda Ely con el dolor a flor de piel.
“Le pedí a mi vecino que saliera y averiguara quién le hizo eso.  Cerca de las nueve de la mañana aparecen dos de los amigos de Braian, llegaron descalzos, golpeados, llorando. ´¿Quién le hizo esto a Braian?´, les pregunté. ´Fue la policía´, me dijeron y fue otro martillazo en la cabeza. Empecé a pensar que el que haya sido la policía implicaba que se defiendan y tapen entre ellos. La palabra que se me vino a la cabeza fue ´impunidad´, que mi hijo moría y eso iba a quedar impune porque había sido un policía”.
“Intentaba no salir, no moverme de al lado de él”, rememora la mamá de Braian: “me peleaba con las enfermeras, porque me decían que tenía que salir porque era terapia intensiva. Yo les decía que no iba a salir, que no quería dejarlo. Fue horrible. Me quedé con él hasta el último momento. No quería entender que tenía que morir. Llega un momento en que me hablan los médicos y me dicen que había muerto, que lo tenían que desconectar. Les pedí que lo desconectaran en mis brazos. Murió en mis brazos”.
Con la misma fuerza que usa para luchar por su hijo, Ely recuerda: “pensé nada más que en morirme. Le dije ´esperame, porque me voy con vos´. Y salí y me encontré en la puerta con mi hijo Alejandro y me di cuenta de que tenía que salir a defenderlo a Braian. Yo no quería que digan que era un delincuente”.

Afuera
“Todo el mundo me decía que no saliera afuera, porque estaban los periodistas, y era tanta la bronca, tanto el dolor, tanto el amor, que salí y dije que no iba a dejar que quede impune, que fuera como fuera iba a lograr justicia”. Sobre los medios, Ely dice que aprendió por experiencia propia lo que es la censura, el recorte, el pedido de que “no se hablen de determinadas cosas”.
“Me enteré por los medios que la policía había dado una conferencia de prensa diciendo que había sido una persecución, que los chicos llevaban drogas, armas, y yo sabía que mi hijo no podía haber hecho eso. Escuchaba y más dolor me daba, porque para justificar decían que mi hijo era un delincuente”, recuerda Ely. “Ahí empezamos con las movilizaciones para limpiar la imagen de Braian, pero también para que nunca más vuelva a pasar. Denunciar el abuso policial, ir a los barrios y escuchar cosas terribles que cuentan los chicos que hace la policía”.

El trasfondo
“Señora, a su hijo lo mataron los milicos porque lo confundieron”, le dijeron a Ely Hernández cuando fue con su hermano al barrio Cuenca XV en busca de explicaciones por el asesinato de Braian. “De repente, después de que mataron a Braian, todo el mundo conoció la cuenca XV. Querían ensuciar la cuenca y hacer como que estaba todo re pesado”, aclara: “todo esto después del asesinato de su hijo lo vinieron a armar ellos acá para que la cuenca quede como la peor porquería, para justificar que lo habían matado a su hijo”, recuerda que le expresaron.
“Salas era recontra conocido en el barrio por torturas y mafia. Pudimos sacar testimonios, mi hermano los tiene grabados”, señala la mamá de Braian y acota que “cuando salí a denunciar a la comisaría 18, los sacaron a todos. Se removieron a todos los policías. Si eso hubiera sido una mentira, no hubieran sacado nada”.
Ely Hernández pudo llegar a la conclusión de que “cuando Salas vio el auto en el que venía Braian pensó que era el auto que venía de Confluencia a reventar a los transas de la cuenca. Él sabía que si mataba no le importaba a nadie” y que si los dejaba pasar “ponía en riesgo su negocio de drogas”.

Justicia y movimiento o justicia en movimiento
Los días 26, 27, 28 y 29 de noviembre se realizarán las audiencias del juicio al oficial de la policía Claudio Salas, autor confeso del disparo que fusiló a Braian Hernández. Ely y su familia pidieron al Ministerio de Seguridad protección, teniendo en cuenta las amenazas que durante todo este tiempo han soportado y las agresiones de las y los parientes del asesino hacia los jueces que ratificaron su prisión preventiva.
“Esperamos que este juicio no termine ahora, juzgándolo solamente a Salas, sino que también la responsabilidad caiga en aquellos policías que participaron del encubrimiento. Que al menos los saquen de la policía. No pueden estar en la calle armados”, cuestiona Ely, quien además reflexionó que “los juicios tardan años en salir. Nosotros salimos a la calle. La situación se dio vuelta como un guante: Salas pasó de quedar libre por el juez corrupto (Marcelo Muñoz) a que lo metieran preso y saltaran el montón de causas (unas diez) por apremios ilegales y torturas que tenía” y definió al asesino como  “una bestia que andaba en la calle con un arma esperando que llegue el momento de matar a alguien”.
“Logramos no solamente que se lo destituya a Marcelo Muñoz, sino que Salas quede en prisión. Todo tuvo que ver con la movilización”, dice Ely en relación a los vínculos que estableció con familiares de otras víctimas de asesinatos policiales de Neuquén, como Matías Casas y Cristian Ibazeta, y de otros puntos del país.
La llegada del juicio para Ely “tiene que ver con todo lo que hicimos nosotros organizados” y agrega que “es una batalla ganada entre todos: todos los que estamos en contra de la impunidad, de un gobierno corrupto, de la policía asesina. Esta es la única manera de que nos escuchen. Braian para la justicia neuquina iba a ser un pibe más asesinado por gatillo fácil”.

El fusilamiento de Braian Hernández es enseñado en la actualidad en la escuela de formación de policías en Neuquén por la brutalidad del caso. 

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