Fuente Marcha, 30 de octubre de 2013
Braian tenía catorce años y fue asesinado por el Estado en
Neuquén, fusilado por un policía. A fines de este mes comenzará el juicio al
oficial que apuntó el arma y apretó el gatillo, aunque no estarán acusados el
resto de los uniformados actuantes como cómplices en el operativo homicida que
terminó con la vida de un niño que recién había terminado el colegio primario.
Ely Hernández, madre de la víctima, se prestó a una extensa
charla para Marcha y habló de cómo era su hijo, cómo fue la noche en que el
sistema se lo llevó y cómo es el después.
“Si existe un destino, sus ganas terribles de vivir al
extremo eran porque iba a vivir poco”
“Le costaba mucho concentrarse: pensaba más en jugar que en
estudiar”, recuerda Ely con una sonrisa espléndida en el rostro de mujer
luchadora y fuerte a pesar del sufrimiento con el que carga desde el 19 de
diciembre pasado. Cuenta sobre Braian que había repetido en dos ocasiones, pero
que el último año lo había hecho “con todas las pilas” porque quería terminar:
“fue tanto el esfuerzo que hizo, que el día que egresó le dieron un premio al
mérito, además de que era escolta de la bandera”, relata.
“A él nunca se le fue el por qué. Braian tenía catorce años
y no dejaba de preguntar los por qué de todo. Yo siempre me preguntaba cómo iba
a ser cuando fuera grande”, dice su mamá. “Era muy comprador, porque entre sus
travesuras y su rebeldía era muy lindo, entonces siempre lograba convencer.
Hiciera lo que hiciera, siempre terminaba siendo el centro de atención”, cuenta
Ely Hernández: “en casa era el que ponía música, el que hacía ruido, el que te
hacía enojar, el que te hacía reír”.
“Nos dejó una ausencia muy grande”, dice la enorme mujer,
que empieza a dejar de sonreír: “todos los espacios que él llenaba… El espacio
que dejó Braian fue gigantesco”.
Ely cuenta que venía sintiendo que algo raro sucedería. Que
lo presentía. Que incluso fue a visitar a un psicólogo antes de que el asesinato
policial de Braian se concretara. “Ese día me sentía mal, horrible, lloré.
Buscaba explicaciones de por qué sentía ese dolor”, revive. El 19 de diciembre
a la noche, Ely le pidió a su hijo que se quedara en la casa y lo vio haciendo
cosas en la computadora, por lo que se acostó a dormir tranquila. “Eran las tres
de la mañana y escuchaba en la calle gritos. Es una calle finita, como que
retumba. Me desperté, me senté en la cama y escuchaba un vecino que decía,
enojado y gritando fuerte, que le habían sacado el auto los chicos. Lo primero que se me vino a la mente fue
pedir que Braian no haya andado en eso, aunque no me extrañaba. Lo que hice fue
ir hasta la habitación, así que cuando prendí la luz y vi que no estaba
acostado supe que estaba con los chicos”.
Punto de vista uno o primera versión de los hechos
Damián era uno de los vecinos con los que Braian se juntaba.
Esa noche, su familia había salido a comer al centro y él había pedido quedarse
escuchando música. Se conectó a Facebook y contactó a sus amigos para que
fueran a la casa: el padre había dejado estacionada en el garaje la cupé fuego
que había comprado para restaurar.
Cuando la familia de Damián regresó, notaron que no estaba
el auto y el hombre salió a buscarlos en el auto que tenía en uso. “Sale en el
auto y a cinco cuadras ve que había un móvil de la policía y le llama la
atención que no tenía balizas”, cuenta Ely: “cuando se empieza a acercar ve que
había más móviles. Dice que en ese momento lo peor se le vino a la mente. Ve el
auto chocado contra un cordón cuneta y ve que están los chicos tirados boca
abajo, esposados en la espalda. La policía
no lo dejaba acercarse y él no distinguía las caras, porque era de noche.
´Damián, ¿qué pasó?´, le gritaba. Damián solamente lo miraba. Le dijeron que
vaya a la comisaría del menor, que ahí les entregaría a los chicos”.
Ely ya se había enterado del supuesto accidente de tránsito
que habían sufrido los chicos: “fuimos a la comisaría del menor, todavía
pensando que habían tenido un accidente.
Pasaron unas dos horas y yo les dije que no podían tener a los chicos
encerrados, y me respondieron que no, ´hasta que no cuenten la verdad no van a
poder salir´. Le dije que no me interesaba qué había pasado con el auto ni
nada, que quería llevarme a mi hijo a mi casa”.
“No hay ningún Braian Hernández acá”, le dijeron a Ely tras
revisar el listado ante su insistencia: “entonces una chica que estaba en la
entrada, que se metió sola, me dijo ´yo sé que hay un chico que está
internado´. Como no me supo decir por qué estaba internado, supuse que se había
quebrado si habían chocado, que no era nada grave. Un milico me dijo que estaba
en el Hospital Heller, pero no estaba. Fui hasta el Bouquet Roldán y tampoco.
Mi hijo estaba agonizando y yo estaba dando vueltas porque a un milico se le
cantó que yo diera vueltas”.
Punto de vista dos: los chicos
Ely cuenta la versión de los chicos que iban en el auto con
su hijo cuando Claudio Salas asesinó a Braian. Dice que se encontraron con un amigo
que tenía que llevarle una mochila a su hermana al barrio Cuenca XV: “fueron
hasta la cuenca e hicieron lo que tenían que hacer. Venían bajando cuando se
cruzan con un móvil, que no les hizo ningún tipo de señas, no los paró ni nada.
Dos cuadras más abajo ven que había un móvil estacionado en la oscuridad, sin
balizas, sin nada. En un momento les prendió la luz alta para encandilarlos a ellos
y un policía camina por delante del móvil. Pensaron que los iban a parar,
bajaron la velocidad y pasaron por al lado de los policías, pero no les
hicieron ninguna señal para que frenen. Avanzaron cerca de diez metros cuando
sienten el impacto contra el auto. ´Nos están disparando´, gritaron. En ese
momento sí aceleraron y huyeron, pensando que, si no, los iban a matar a todos.
Cerca de diez cuadras, cuando va doblando, no ve el cordón cuneta y se lo
choca, abrió la puerta y salieron dos corriendo. Los otros se quedan todos
adentro del auto”.
“La policía los empieza a sacar a tirones, los tiraban al
piso, les pegaban. Kevin fue el último que quedaba, al lado de Braian. Cuando
lo hacen bajar, le dice a Braian que también se baje, pero cuando se corre siente
que Braian cae. Lo último que veía era que Braian iba cayendo sobre el
asiento”, relata Ely con una tristeza que se le nota desde la voz hasta las
manos. “Ellos no se habían dado cuenta, porque la cupé hacía mucho ruido.
Sintieron el impacto, pero no se habían dado cuenta de que Braian había
recibido un disparo en la nuca”, dice.
Los chicos relataron a la mamá de su amigo, quien lo
reproduce, que “el policía se sacó la gorra, se la apoyó en la cara y dijo ´¡no!,
me mandé una cagada: le pegué un tiro a un menor´. Claro, porque cuando abren la puerta del auto se dan cuenta de que eran
todos chicos chiquitos de edad. Todos le decían que rompa la luneta para borrar
el orificio de la bala. Reaccionaron en seguida y les empezaron a decir ´¿quién
le disparó?, ¿por qué lo traían así muerto?´ y dice Kevin que le decía ´ustedes
lo mataron, ustedes nos dispararon´ y le pegaban cachetadas mientras le decían
que no hable boludeces. Salas era el que le pegaba y que dirigía todo el
procedimiento. Todo el operativo lo dirigió Salas. Con la culeta del arma
empezó a romper todo el vidrio, se metieron al auto, dice Kevin, y lo agarraron
a Braian y lo tiraron como un perro en el piso. No llamaban a la ambulancia,
bajaron la parte de atrás de la camioneta y lo tiraron ahí. Kevin decía que
pensaba que lo iban a hacer desaparecer.
Cuando la ambulancia venía llegando, lo dejaron otra vez en el piso”.
Ely repite que les decían a los jóvenes: “si ustedes hablan,
ahora acá adentro los vamos a hacer mierda, no digan nada” y que “cuando
llegaron a la comisaría los sacaban de a uno del calabozo y les preguntaban
quién lo mató. Si respondían que un policía, les pegaban. ´¿Qué policía? No
hables pelotudeces, pendejo. Ustedes lo traían así´”.
“No quería
entender que tenía que morir”
Ely recuerda que después del recorrido por los otros dos
hospitales sin éxito: “llego al Castro Rendón y me llevaron hasta terapia
intensiva. A medida que iba llegando me iba hundiendo, eran como martillazos en
la cabeza lo que sentía. No me dijeron por qué estaba internado. Me dijeron que
había un chico de esa edad, pero que no sabían los datos. Entramos y cuando lo veo era él, yo lo veía
intacto, no tenía nada en su cuerpo. ´Él tiene un disparo en la cabeza, está
con un coma irreversible´. Ahí me perdí. Me perdí totalmente”.
“Lo único que hacía era entrar. Mi cabeza no entendía lo del
coma irreversible. Yo todo el tiempo le decía ´Braian, despertate que nos
tenemos que ir´. Y no se despertaba y yo no podía reaccionar”, recuerda Ely con
el dolor a flor de piel.
“Le pedí a mi vecino que saliera y averiguara quién le hizo
eso. Cerca de las nueve de la mañana
aparecen dos de los amigos de Braian, llegaron descalzos, golpeados, llorando.
´¿Quién le hizo esto a Braian?´, les pregunté. ´Fue la policía´, me dijeron y
fue otro martillazo en la cabeza. Empecé a pensar que el que haya sido la
policía implicaba que se defiendan y tapen entre ellos. La palabra que se me
vino a la cabeza fue ´impunidad´, que mi hijo moría y eso iba a quedar impune
porque había sido un policía”.
“Intentaba no salir, no moverme de al lado de él”, rememora
la mamá de Braian: “me peleaba con las enfermeras, porque me decían que tenía
que salir porque era terapia intensiva. Yo les decía que no iba a salir, que no
quería dejarlo. Fue horrible. Me quedé con él hasta el último momento. No
quería entender que tenía que morir. Llega un momento en que me hablan los
médicos y me dicen que había muerto, que lo tenían que desconectar. Les pedí
que lo desconectaran en mis brazos. Murió en mis brazos”.
Con la misma fuerza que usa para luchar por su hijo, Ely
recuerda: “pensé nada más que en morirme. Le dije ´esperame, porque me voy con
vos´. Y salí y me encontré en la puerta con mi hijo Alejandro y me di cuenta de
que tenía que salir a defenderlo a Braian. Yo no quería que digan que era un
delincuente”.
Afuera
“Todo el mundo me decía que no saliera afuera, porque
estaban los periodistas, y era tanta la bronca, tanto el dolor, tanto el amor,
que salí y dije que no iba a dejar que quede impune, que fuera como fuera iba a
lograr justicia”. Sobre los medios, Ely dice que aprendió por experiencia
propia lo que es la censura, el recorte, el pedido de que “no se hablen de
determinadas cosas”.
“Me enteré por los medios que la policía había dado una
conferencia de prensa diciendo que había sido una persecución, que los chicos
llevaban drogas, armas, y yo sabía que mi hijo no podía haber hecho eso.
Escuchaba y más dolor me daba, porque para justificar decían que mi hijo era un
delincuente”, recuerda Ely. “Ahí empezamos con las movilizaciones para limpiar
la imagen de Braian, pero también para que nunca más vuelva a pasar. Denunciar
el abuso policial, ir a los barrios y escuchar cosas terribles que cuentan los
chicos que hace la policía”.
El trasfondo
“Señora, a su hijo lo mataron los milicos porque lo
confundieron”, le dijeron a Ely Hernández cuando fue con su hermano al barrio
Cuenca XV en busca de explicaciones por el asesinato de Braian. “De repente,
después de que mataron a Braian, todo el mundo conoció la cuenca XV. Querían
ensuciar la cuenca y hacer como que estaba todo re pesado”, aclara: “todo esto
después del asesinato de su hijo lo vinieron a armar ellos acá para que la
cuenca quede como la peor porquería, para justificar que lo habían matado a su
hijo”, recuerda que le expresaron.
“Salas era recontra conocido en el barrio por torturas y
mafia. Pudimos sacar testimonios, mi hermano los tiene grabados”, señala la
mamá de Braian y acota que “cuando salí a denunciar a la comisaría 18, los
sacaron a todos. Se removieron a todos los policías. Si eso hubiera sido una
mentira, no hubieran sacado nada”.
Ely Hernández pudo llegar a la conclusión de que “cuando
Salas vio el auto en el que venía Braian pensó que era el auto que venía de
Confluencia a reventar a los transas de la cuenca. Él sabía que si mataba no le
importaba a nadie” y que si los dejaba pasar “ponía en riesgo su negocio de
drogas”.
Justicia y movimiento o justicia en movimiento
Los días 26, 27, 28 y 29 de noviembre se realizarán las
audiencias del juicio al oficial de la policía Claudio Salas, autor confeso del
disparo que fusiló a Braian Hernández. Ely y su familia pidieron al Ministerio
de Seguridad protección, teniendo en cuenta las amenazas que durante todo este
tiempo han soportado y las agresiones de las y los parientes del asesino hacia
los jueces que ratificaron su prisión preventiva.
“Esperamos que este juicio no termine ahora, juzgándolo
solamente a Salas, sino que también la responsabilidad caiga en aquellos
policías que participaron del encubrimiento. Que al menos los saquen de la
policía. No pueden estar en la calle armados”, cuestiona Ely, quien además
reflexionó que “los juicios tardan años en salir. Nosotros salimos a la calle.
La situación se dio vuelta como un guante: Salas pasó de quedar libre por el
juez corrupto (Marcelo Muñoz) a que lo metieran preso y saltaran el montón de
causas (unas diez) por apremios ilegales y torturas que tenía” y definió al
asesino como “una bestia que andaba en
la calle con un arma esperando que llegue el momento de matar a alguien”.
“Logramos no solamente que se lo destituya a Marcelo Muñoz,
sino que Salas quede en prisión. Todo tuvo que ver con la movilización”, dice
Ely en relación a los vínculos que estableció con familiares de otras víctimas
de asesinatos policiales de Neuquén, como Matías Casas y Cristian Ibazeta, y de
otros puntos del país.
La llegada del juicio para Ely “tiene que ver con todo lo
que hicimos nosotros organizados” y agrega que “es una batalla ganada entre
todos: todos los que estamos en contra de la impunidad, de un gobierno
corrupto, de la policía asesina. Esta es la única manera de que nos escuchen.
Braian para la justicia neuquina iba a ser un pibe más asesinado por gatillo
fácil”.
El fusilamiento de Braian Hernández es enseñado en la
actualidad en la escuela de formación de policías en Neuquén por la brutalidad
del caso.
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